Pau formaba parte de una colonia controlada de Sant Pau. Cuando lo sacaron de la zona, nuestros compañeros ya vieron que su estado de salud era frágil, estaba tan delgado, el pelo tan áspero. Tenía una cara con aire jovial y un carácter muy tierno que se ganó a todos los humanos que lo conocían. Para él el cambio no fue nada traumático, pues estaba con sus amiguitos de toda la vida, el Bruto y Félix, con quien se sentía recogido y querido.
Era un gato delicado pero su presencia le daba al Jardinet un aspecto tranquilo. Queremos pensar que fue por él su hogar definitivo, aunque fuera sin sofá y compartiendo cojinetes, tuvo todo el amor que puede esperar por parte de los humanos. Pau empezó a dormir en la caseta, algo que no hacía nunca y nuestras sospechas de que no estaba bien se confirmaron a medida que pasaban los días.
Nos gusta pensar que encontró en el Jardinet la casa donde finalmente se soltó para marchar al famoso cielo de los gatos y, en nosotros, la mano amiga que le acompañó en el camino hasta un lugar sin frío ni peligros. Un hogar donde su cabello volviera a ser esponjoso, como años atrás, donde los días de sol ganaban los lluviosos, un lugar donde ser un gato feliz.